Seguro que muchas veces nos hemos hecho esta pregunta, qué tipo de cepillo es el mejor para mí. Partiendo de la base que lo más importante es cepillarse, quizá el cepillo eléctrico nos ofrezca una serie de ligeras ventajas sobre el cepillado tradicional.
Un cepillo eléctrico será muy útil en pacientes con problemas articulares o de movilidad, en estos casos este tipo de cepillos son muy cómodos para el paciente ya que los movimientos que han de hacerse para la limpieza de los dientes son mínimos, de alguna forma el cepillo “trabaja por ti”. Además las cerdas del cabezal se moverán con mayor efectividad y ayudarán a eliminar con más facilidad la placa acumulada.
Aún así la elección del cepillo es un tanto personal y dependerá de lo cómodo que resulte
para el paciente. Como indicábamos al principio lo importante es conseguir cepillarse con
constancia y una técnica adecuada.
La frecuencia de cepillado ha de hacerse, como norma general, después de las principales comidas, éstas son desayuno, comida y cena aunque lo más indicado es hacerlo tras la ingesta de algún alimento para evitar la formación de ácidos por parte de las bacterias y que éstas puedan dañar el esmalte.
A su vez hemos de tener presente mantener el cepillo limpio después de cada cepillado, para ello lo enjuagaremos con bastante agua y lo guardaremos en posición vertical, siempre intentando que esté seco para cuando lo vayamos a utilizar de nuevo.
Los cepillos no son para toda la vida, por norma general hemos de reemplazarlos cada 2-3 meses o cuando observemos que las cerdas están desgastadas o abiertas. Conseguiremos, así, que nuestro cepillado sea lo más eficaz posible.
Los cepillos son personales e intransferibles. No compartas tu cepillo dental con nadie,
podrías intercambiar gérmenes con la otra persona.
Cepillarse regularmente, usar la seda o hilo dental combinado con revisiones periódicas al
dentista harán que tus dientes estén sanos.