Hoy en día somos capaces de reponer las piezas ausentes mediante un método muy sencillo: los implantes dentales.
Los implantes dentales son unas fijaciones de titanio que se colocan en el hueso, sustituyendo a las raíces dentales ausentes y obteniendo así una nueva pieza dental con idéntica funcionalidad y mejor o igual estética que su predecesora.
Los implantes apenas presentan contraindicaciones por lo que la mayoría de la población puede ser perfectamente candidata a portar este tipo de material. Sólo en casos de alteración del metabolismo óseo, determinadas infecciones específicas, tumores o pacientes en tratamiento con radioterapia, deberemos ser precavidos y hacer un estudio diagnóstico más extenso.
Con los nuevos diseños y recubrimiento de superficies vamos consiguiendo que el tanto por ciento de fracasos se vayan reduciendo hasta un 2 ó 3 % según las últimas estimaciones realizadas. Esto nos da un plus de seguridad que nos permite transmitirle al paciente la fiabilidad de dicho tratamiento. Si tuviéramos que achacar el fracaso de los implantes a alguna causa lo podríamos relacionar a una poca densidad ósea, mala higiene o pacientes fumadores. Evidentemente la pericia y experiencia del profesional juegan un papel muy importante en el éxito del tratamiento.
Por lo tanto podemos afirmar que en la mayoría de los casos, colocar un implante no supone un trauma para el paciente y si se cuenta con el material y el equipo médico preparado, reponer las piezas ausentes, se podrá realizar de una manera eficiente con unos resultados excepcionales tanto en estética como en funcionalidad.